miércoles, 2 de abril de 2014

Abejalipsis



¿ Abejalypsis ahorA ?


   Hay dos verdades ineludibles en la vida: la primera es que en este nuestro hogar, al que llamamos planeta Tierra, todo está entrelazado con un ingenioso equilibrio; la segunda es que Hollywood es la más miserable maquinaria de programación cerebral que existe y que inunda las mentes de las yentes de falsedades sin fin… aunque también de vez en cuando se presta a enseñarnos proposiciones valiosas del mundo real. Una de estas proposiciones la aprendí cuando estaba viendo (no con mucho entusiasmo, por cierto) la película Bee Movie. En una parte de esta película se ve que el Parque Central de Nueva York ha perdido todo su verdor a causa del boicot que las abejas causan al no polinizar las plantas de la ciudad. Hollywood me enseñó lo importante que son las abejitas en el complejo equilibrio entrelazado de la naturaleza y me enseñó que un hecho como ese podría convertirse en el preludio de un desastre planetario… algo que por supuesto no sucede en una película de animación para toda la familia con las voces de Jerry Seinfeld y Renée Zellweger. Pero algo que actualmente muchos investigadores apuntan como una posibilidad a tener en cuenta a causa de las inexplicables muertes masivas de abejas en todos los continentes que se vienen registrando desde hace casi una década.

  La alarma la dieron los apicultores norteamericanos. Entre 2005 y 2006 sucedió un evento nunca antes registrado en la industria de las abejas melíferas de los Estados Unidos: la población de las colmenas había decrecido en casi un tercio según los datos de los propios apicultores. La tragedia no se redujo a la muerte masiva de miles de abejas, sino que también en muchos casos la población total de las colmenas simplemente se había desvanecido dejando atrás e intactas la miel y la cera de sus colonias. Los estudios iniciales de los investigadores norteamericanos dieron con la solución, como siempre (estoy siendo sarcástico, por supuesto): el problema era el CCD (Colony Collapse Disorder, que literalmente se traduce como Desorden de Colapso de la Colonia)… siglas que no explicaban absolutamente nada pues en ese momento, más allá de darle un nombre largo a un fenómeno muy preocupante, nadie sabía qué era exactamente lo que estaba pasando. Lo que empezó a estar claro desde 2006 fue que el evento no era exclusivo de los Estados Unidos pues gobiernos de los cinco continentes empezaron a soltar sus propias alarmas y algunos de ellos realizaron sus propias investigaciones. La proyección que se hizo sobre el mortal fenómeno y su impacto en la sociedad humana fue alarmante: si no se encontraba una solución al difuso CCD la cadena de reproducción de más de 20,000 especies de plantas quedaría truncada al desaparecer su más importante eslabón, las abejas, que al ir de flor en flor aseguran la polinización. Claro que las abejas no son los únicos seres que contribuyen a este proceso, pero sí son los más importantes.
  Hasta ahora no existe una explicación convincente a aquello que han llamado CCD. Lo más seguro es que se trate de una ensalada de factores que para mala suerte de las abejas se han encontrado y combinado en un momento único de la histeria del planeta Tierra (y tal vez también para muy mala suerte nuestra): los pesticidas usados en las plantaciones que frecuentan las abejas, incluyendo los nuevos pesticidas con neonicotinoides –de uso muy limitado en varios países, menos en los Estados Unidos donde se usa sin control alguno–; amenazas biológicas como el ácaro varroa, un parásito que podría contribuir a transmitir una enfermedad que ataca al sistema inmunológico de las abejas; la pobreza de la calidad alimenticia de estos insectos que buscan su alimento en cultivos de escasa variedad y que ofrecen poca o nula capacidad de nutrición (dudo que a las abejas les ayude en algo buscar cómo alimentarse en hectáreas sin fin de trigo o maíz, donde no hay ni pizca de polen o miel); y la desaparición de habitats amigables para las abejas como consecuencia del continuo crecimiento demográfico. La suma de ingredientes es un problema, pero aun si se eliminara uno de ellos, por ejemplo los pesticidas, tampoco existe la seguridad de que el problema de las muertes de las abejas se solucione. Siendo así la cosa no es difícil imaginar que tenemos un Abejalypsis ad portas. La cuestión es más compleja aún si se piensa en el factor económico-humano: cerca de un tercio de los alimentos que consumimos vienen de plantas polinizadas por abejas y a nivel mundial las abejas polinizan cultivos valorizados en 220 mil millones de dólares. La muerte masiva de estos insectos no es una curiosidad académica propia de la entomología, es un serio problema de escala planetaria. Ahora científicos y productores unen esfuerzos para hacer frente al indefinido CCD para salvar a las abejas y prevenir una crisis alimenticia (además de evitar perder miles de millones de dólares). A esta cruzada se ha unido la multinacional Monsanto… lo cual ha despertado muchas suspicacias. En un principio Monsanto anunció que iba a hacer su propia investigación para determinar la causa de la muerte masiva de las abejas; luego de no llegar a conclusión convincente alguna informó que iba a crear una abeja modificada genéticamente (cuándo no, Monsanto, qué sorpresa); después compró una compañía israelí llamada Beeologics que trabajaba en una posible solución usando un regulador de ARN para eliminar cualquier posible enfermedad transmitida por los ácaros varroa, investigación que sigue hasta el día de hoy (muy curioso y, algunos afirmarían, muy conveniente si de dólares hablamos); y por último ha constituido su propio Comité Asesor de la Abeja Melífera formado por académicos, apicultores, representantes de la industria agraria y del gobierno norteamericano para trabajar codo a codo y velar por la salud de las abejas (¿¡…!?), mientras pregona su proyecto de una abeja robot para sustituir a la apiss mellifera y el proceso de polinización que durante millones de años estas han llevado a cabo. ¿A qué juega entonces Monsanto? ¿A crear una solución monopólica y dependiente (tradición de la compañía) para el indefinido CCD o a la puesta a punto del reemplazante robótico de nuestras amigas aladas?
   Más allá de considerar posibles conspiraciones biológicas de escala global (a Monsanto se le atribuyen varias) lo cierto es que estos insectos están sufriendo porque el ser humano ha estado creando un mundo, el Antropoceno, que cada vez es más hostil con el mundo de las abejas domésticas (lo mismo sucede con miles de especies en todo el planeta): somos nosotros los que estamos matando a las melíferas, seres de los cuales, para colmo, dependemos más de lo que imaginamos. ¿Serán las abejas solamente el inicio de las catastróficas posibles consecuencias del Antropoceno sobre la Tierra? En este punto alguien me podría decir: “Eh, espera un momento, doc, en este dis que artículo solamente estás mencionando a las abejas de miel, a las que son industriales, a las que están relacionadas con el hombre, ¿no?, a las que crían en esas cajas como panales mientras hay alguien vestido todo de blanco y la cara protegida sacando la miel de ahí, ¿no?, una industria, ¿no?, entonces si el problema es solamente de abejas que se usan como en una granja, y si hay millones de abejas silvestres que hay en el mundo, ¿no?, entonces cómo es que todas las plantas se van a acabar si hay más millones de abejas por ahí afuera, sin el hombre como cuidador?” La pregunta tiene sentido. El problema está en la respuesta.
   Muchas especies se han adecuado a nuestra forma de vida. En el caso de las abejas se cree que en algún momento del Neolítico los seres humanos empezamos a dar los primeros pasos de la futura práctica apícola, lo cual hace que la relación “laboral” entre abejas y hombres tenga aproximadamente unos siete mil años de antigüedad. En todo ese tiempo algunas abejas silvestres pasaron a convertirse en domésticas, con la carga de consecuencias que la domesticación trae para estos animales. Entonces, ¿un tipo de animal que esté cerca del hombre se verá  más afectado o modificado que el mismo tipo de animal pero que viva en estado silvestre? La respuesta obvia sería que sí, y por lo tanto sea lo que sea que está afectando a las abejas melíferas domésticas solamente las afectaría a ellas. Pero nop, por desgracia no es así. En paralelo a la caída de la población de abejas domésticas se sabe que también las poblaciones de abejas silvestres y otros tipos de polinizadores han decrecido su número de manera inexplicable y alarmante. El supuesto CCD por lo tanto no se circunscribe a las granjas de abejas. El año pasado, en Oregon, Estados Unidos, se atribuyó la muerte de unos 50,000 abejorros al uso masivo de un pesticida nuevo en los cultivos, pero eso aún no está comprobado. Y en muchas zonas del planeta el mismo fenómeno, donde polinizadores silvestres registran decesos masivos, se ha venido repitiendo en paralelo con las muertes de sus hermanas domésticas. Las abejas que producen miel para los apicultores se mueven libremente por donde les plazca, entrando en contacto con los insectos melíferos salvajes al visitar los lugares que estos visitan. ¿Se lleva a cabo así algún tipo de contagio? El problema entonces es mayor ya que no solamente las poblaciones de insectos polinizadores de la industria apícola están decayendo en número peligrosamente sino también los polinizadores silvestres, de los cuales es difícil conocer la magnitud de su tragedia al no existir investigaciones de carácter global sobre la situación de estos insectos, tanto por el desinterés de muchos gobiernos como por la falta de recursos para llevar a cabo dichos estudios (el caso de muchas naciones africanas). 

 Además, mientras que los esfuerzos de cientos de seres humanos se dirigen tanto a salvar a las abejas domésticas como en proteger a la industria apícola, nadie está desarrollando una forma de  ayudar a las especies de abejas salvajes y otros insectos antófilos que viven libremente y sin responsabilidades comerciales en la naturaleza.  La verdad es que desconocemos la gravedad del impacto en la naturaleza (y en el equilibrio de la Tierra) de lo que sea que está afectando a las abejas. Somos una especie que a lo largo de su existencia ha desarrollado a pasos agigantados la omnipotencia mientras que nuestra omnisciencia siempre ha estado en constante caída libre. Esa es una disparatada y peligrosa combinación para las demás especies animales y vegetales que comparten este mundo con nosotros y que por justo derecho merecen tenerlo en concesión en vez de unos primates (¿superiores?) egoístas. Más allá de las posibles causas naturales de este problema (algunos argumentan que el calentamiento global también juega su parte en esta crisis insectoide) lo cierto es que el glorioso Antropoceno está demostrando una vez más que cuando se cruza la delgada línea roja que divide la cordura de la insanía, que cuando el ser humano remodela el planeta a su gusto y antojo, las consecuencias pueden ser devastadoras para nuestra propia existencia sobre la Tierra. En este caso particular el Abejalypsis podría no solamente significar la desaparición de miles de millones de insectos que van de flor en flor alimentándose y contribuyendo a la reproducción de las plantas, el Abejalypsis también podría ser el inicio de nuestro propio Juicio Final si es que no hacemos algo efectivo para salvar a miles de millones de insectos polinizadores.

Jhonny... la situación de las abejitas no me gusta nada... Uatafak!!!