¿ Abejalypsis ahorA ?
Hay dos verdades ineludibles en la vida: la primera es
que en este nuestro hogar, al que llamamos planeta Tierra, todo está
entrelazado con un ingenioso equilibrio; la segunda es que Hollywood es la más
miserable maquinaria de programación cerebral que existe y que inunda las
mentes de las yentes de falsedades sin fin… aunque también de vez en cuando se
presta a enseñarnos proposiciones valiosas del mundo real. Una de estas
proposiciones la aprendí cuando estaba viendo (no con mucho entusiasmo, por
cierto) la película Bee Movie. En una parte de esta película se ve que el Parque Central
de Nueva York ha perdido todo su verdor a causa del boicot que las abejas
causan al no polinizar las plantas de la ciudad. Hollywood me enseñó lo
importante que son las abejitas en el complejo equilibrio entrelazado de la
naturaleza y me enseñó que un hecho como ese podría convertirse en el preludio
de un desastre planetario… algo que por supuesto no sucede en una película de
animación para toda la familia con las voces de Jerry Seinfeld y Renée
Zellweger. Pero algo que actualmente muchos investigadores apuntan como una
posibilidad a tener en cuenta a causa de las inexplicables muertes masivas de
abejas en todos los continentes que se vienen registrando desde hace casi una
década.
La alarma la dieron los apicultores norteamericanos. Entre 2005 y 2006
sucedió un evento nunca antes registrado en la industria de las abejas melíferas
de los Estados Unidos: la población de las colmenas había decrecido en casi un
tercio según los datos de los propios apicultores. La tragedia no se redujo a
la muerte masiva de miles de abejas, sino que también en muchos casos la
población total de las colmenas simplemente se había desvanecido dejando atrás e intactas la miel y la cera de sus colonias. Los estudios iniciales de los
investigadores norteamericanos dieron con la solución, como siempre (estoy
siendo sarcástico, por supuesto): el problema era el CCD (Colony Collapse
Disorder, que literalmente se traduce como Desorden
de Colapso de la Colonia)… siglas que no explicaban absolutamente nada pues
en ese momento, más allá de darle un nombre largo a un fenómeno muy
preocupante, nadie sabía qué era exactamente lo que estaba pasando. Lo que
empezó a estar claro desde 2006 fue que el evento no era exclusivo de los
Estados Unidos pues gobiernos de los cinco continentes empezaron a soltar sus
propias alarmas y algunos de ellos realizaron sus propias investigaciones. La
proyección que se hizo sobre el mortal fenómeno y su impacto en la sociedad
humana fue alarmante: si no se encontraba una solución al difuso CCD la cadena
de reproducción de más de 20,000 especies de plantas quedaría truncada al
desaparecer su más importante eslabón, las abejas, que al ir de flor en flor
aseguran la polinización. Claro que las abejas no son los únicos seres que
contribuyen a este proceso, pero sí son los más importantes.
Hasta ahora no existe una explicación convincente a aquello que han
llamado CCD. Lo más seguro es que se trate de una ensalada de factores que para
mala suerte de las abejas se han encontrado y combinado en un momento único de
la histeria del planeta Tierra (y tal vez también para muy mala suerte
nuestra): los pesticidas usados en las plantaciones que frecuentan las abejas,
incluyendo los nuevos pesticidas con neonicotinoides –de uso muy limitado en
varios países, menos en los Estados Unidos donde se usa sin control alguno–;
amenazas biológicas como el ácaro varroa, un parásito que podría contribuir a
transmitir una enfermedad que ataca al sistema inmunológico de las abejas; la
pobreza de la calidad alimenticia de estos insectos que buscan su alimento en
cultivos de escasa variedad y que ofrecen poca o nula capacidad de nutrición (dudo
que a las abejas les ayude en algo buscar cómo alimentarse en hectáreas sin fin
de trigo o maíz, donde no hay ni pizca de polen o miel); y la desaparición de
habitats amigables para las abejas como consecuencia del continuo crecimiento
demográfico. La suma de ingredientes es un problema, pero aun si se eliminara
uno de ellos, por ejemplo los pesticidas, tampoco existe la seguridad de que el
problema de las muertes de las abejas se solucione. Siendo así la cosa no es
difícil imaginar que tenemos un Abejalypsis
ad portas. La cuestión es más
compleja aún si se piensa en el factor económico-humano: cerca de un tercio de
los alimentos que consumimos vienen de plantas polinizadas por abejas y a nivel
mundial las abejas polinizan cultivos valorizados en 220 mil millones de
dólares. La muerte masiva de estos insectos no es una curiosidad académica
propia de la entomología, es un serio problema de escala planetaria. Ahora
científicos y productores unen esfuerzos para hacer frente al indefinido CCD
para salvar a las abejas y prevenir una crisis alimenticia (además de evitar
perder miles de millones de dólares). A esta cruzada se ha unido la
multinacional Monsanto… lo cual ha despertado muchas suspicacias. En un
principio Monsanto anunció que iba a hacer su propia investigación para
determinar la causa de la muerte masiva de las abejas; luego de no llegar a
conclusión convincente alguna informó que iba a crear una abeja modificada
genéticamente (cuándo no, Monsanto, qué sorpresa); después compró una compañía
israelí llamada Beeologics que
trabajaba en una posible solución usando un regulador de ARN para eliminar
cualquier posible enfermedad transmitida por los ácaros varroa, investigación
que sigue hasta el día de hoy (muy curioso y, algunos afirmarían, muy
conveniente si de dólares hablamos); y por último ha constituido su propio
Comité Asesor de la Abeja Melífera formado por académicos, apicultores,
representantes de la industria agraria y del gobierno norteamericano para
trabajar codo a codo y velar por la salud de las abejas (¿¡…!?), mientras pregona
su proyecto de una abeja robot para sustituir a la apiss mellifera y el proceso de
polinización que durante millones de años estas han llevado a cabo. ¿A qué
juega entonces Monsanto? ¿A crear una solución monopólica y dependiente (tradición
de la compañía) para el indefinido CCD o a la puesta a punto del reemplazante
robótico de nuestras amigas aladas?
Más allá de considerar posibles conspiraciones biológicas de escala
global (a Monsanto se le atribuyen varias) lo cierto es que estos insectos
están sufriendo porque el ser humano ha estado creando un mundo, el Antropoceno, que cada vez es más hostil con el
mundo de las abejas domésticas (lo mismo sucede con miles de especies en todo
el planeta): somos nosotros los que estamos matando a las melíferas, seres de
los cuales, para colmo, dependemos más de lo que imaginamos. ¿Serán las abejas
solamente el inicio de las catastróficas posibles consecuencias del Antropoceno
sobre la Tierra? En este punto alguien me podría decir: “Eh, espera un momento, doc, en este dis que artículo solamente estás
mencionando a las abejas de miel, a las que son industriales, a las que están
relacionadas con el hombre, ¿no?, a las que crían en esas cajas como panales
mientras hay alguien vestido todo de blanco y la cara protegida sacando la miel
de ahí, ¿no?, una industria, ¿no?, entonces si el problema es solamente de
abejas que se usan como en una granja, y si hay millones de abejas silvestres
que hay en el mundo, ¿no?, entonces cómo es que todas las plantas se van a
acabar si hay más millones de abejas por ahí afuera, sin el hombre como
cuidador?” La pregunta tiene sentido. El problema está en la respuesta.
Muchas especies se han adecuado a nuestra
forma de vida. En el caso de las abejas se cree que en algún momento del Neolítico
los seres humanos empezamos a dar los primeros pasos de la futura práctica
apícola, lo cual hace que la relación “laboral” entre abejas y hombres tenga
aproximadamente unos siete mil años de antigüedad. En todo ese tiempo algunas abejas
silvestres pasaron a convertirse en domésticas, con la carga de consecuencias
que la domesticación trae para estos animales. Entonces, ¿un tipo de animal que
esté cerca del hombre se verá más afectado o modificado que el mismo
tipo de animal pero que viva en estado silvestre? La respuesta obvia sería que
sí, y por lo tanto sea lo que sea que está afectando a las abejas melíferas
domésticas solamente las afectaría a ellas. Pero nop, por desgracia no es así.
En paralelo a la caída de la población de abejas domésticas se sabe que también
las poblaciones de abejas silvestres y otros tipos de polinizadores han
decrecido su número de manera inexplicable y alarmante. El supuesto CCD por lo
tanto no se circunscribe a las granjas de abejas. El año pasado, en Oregon, Estados
Unidos, se atribuyó la muerte de unos 50,000 abejorros al uso masivo de un
pesticida nuevo en los cultivos, pero eso aún no está comprobado. Y en muchas
zonas del planeta el mismo fenómeno, donde polinizadores silvestres registran
decesos masivos, se ha venido repitiendo en paralelo con las muertes de sus
hermanas domésticas. Las abejas que producen miel para los apicultores se
mueven libremente por donde les plazca, entrando en contacto con los insectos
melíferos salvajes al visitar los lugares que estos visitan. ¿Se lleva a cabo
así algún tipo de contagio? El problema entonces es mayor ya que no solamente
las poblaciones de insectos polinizadores de la industria apícola están
decayendo en número peligrosamente sino también los polinizadores silvestres, de
los cuales es difícil conocer la magnitud de su tragedia al no existir investigaciones de carácter global sobre la situación de estos insectos, tanto por el
desinterés de muchos gobiernos como por la falta de recursos para llevar a cabo
dichos estudios (el caso de muchas naciones africanas).
Además, mientras que
los esfuerzos de cientos de seres humanos se dirigen tanto a salvar a las
abejas domésticas como en proteger a la industria apícola, nadie está
desarrollando una forma de ayudar a las
especies de abejas salvajes y otros insectos antófilos que viven libremente y
sin responsabilidades comerciales en la naturaleza. La verdad es que desconocemos
la gravedad del impacto en la naturaleza (y en el equilibrio de la Tierra) de
lo que sea que está afectando a las abejas. Somos una especie que a lo largo de
su existencia ha desarrollado a pasos agigantados la omnipotencia mientras que
nuestra omnisciencia siempre ha estado en constante caída libre. Esa es una
disparatada y peligrosa combinación para las demás especies animales y
vegetales que comparten este mundo con nosotros y que por justo derecho merecen
tenerlo en concesión en vez de unos primates (¿superiores?) egoístas. Más allá
de las posibles causas naturales de este problema (algunos argumentan que el
calentamiento global también juega su parte en esta crisis insectoide) lo
cierto es que el glorioso Antropoceno está demostrando una vez más que cuando
se cruza la delgada línea roja que divide la cordura de la insanía, que cuando
el ser humano remodela el planeta a
su gusto y antojo, las consecuencias pueden ser devastadoras para nuestra propia
existencia sobre la Tierra. En este caso particular el Abejalypsis podría no
solamente significar la desaparición de miles de millones de insectos que van
de flor en flor alimentándose y contribuyendo a la reproducción de las plantas,
el Abejalypsis también podría ser el inicio de nuestro propio Juicio Final si
es que no hacemos algo efectivo para salvar a miles de millones de insectos
polinizadores.
Jhonny... la situación de las abejitas no me gusta nada... Uatafak!!!